no existe en mí una razón clara por la que decidí cortar con eso que podría haberme hecho feliz. haberle puesto un punto final a lo que ni siquiera eran una oración inconclusa (eran sólo ganas de escribir) me hace quedarme con un dejo de amargura que me acompaña todo el día.
¿qué hubiera pasado si...? odio ese tipo de cosas. odio darme cuenta que me quedo con dudas por no jugármela. porque en el truco siempre digo quiero a todo y no me importa perder en malas: necesito sacarme la duda de qué tenía mi contrincante. ¿pero en la vida real? me asusto. me duermo. me quedo con las dudas que me carcomen la cabeza y también, de a poco, el alma, la esencia.
seguramente estoy deprimida porque me estoy dando cuenta que soy de esas que se quedan sentadas en la fiesta. que no bailan, que observan. debe ser que me estoy dando cuenta que nací para ser una observadora, para ser de las que escuchen las historias de los otros y dan consejos.
me entristece. más ahora que, al ponerlo por escrito, me estoy dando cuenta del todo. estoy condenada a ser una lectora de las historias de los otros, o a lo sumo una narradora testigo.
sí, voy a lograr ser narradora protagonista. el día que me digne a escribir una historia que dure más de una página y media.